Para que algo se desarrolle para mejor, tenemos que tomarlo en nuestras propias manos.
Muchos admiran a los grandes maestros, llenos de falsas esperanzas. Los adoran y animan, confiando ciegamente en ellos para hacer el mundo mejor para nosotros. Y algunos de estos grandes inicialmente no tienen nada más en mente. Pero una vez que ha llegado a la cima, solo ve el mundo desde arriba. Sólo nos ve aquí abajo muy pequeños y borrosos. ¡No, no puede ser! Solo podemos mejorar nuestra situación nosotros mismos.
Somos gente trabajadora común y corriente, y queremos seguir siéndolo. Ponemos muchos obstáculos al abuso de poder, por ejemplo con nuestros estatutos, que se basan en la democracia de base, dan a los funcionarios solo un mandato imperativo y exigen la rotación y las contribuciones obligatorias. A cambio, cada miembro tiene amplios derechos para volverse activo de manera autodeterminada.
El trabajo honesto hace avanzar al mundo, siempre y cuando no nos explote. Y lamentablemente ese es el caso muy a menudo hoy en día: aquellos a quienes tenemos que vender nuestra fuerza de trabajo se benefician principalmente de los frutos de nuestro trabajo. Su capital se está acumulando más y más, elevándose hacia el cielo. Desde allí arriba anuncian su mensaje, que quiere hacernos creer que todo esto es por nuestro bien. No, no es. Lo que realmente nos ayuda es cuando empezamos a compartir en solidaridad. Todo lo que necesitamos para trabajar también debe ser de todos nosotros, para que podamos invertir un excedente de tal manera que obtengamos algo de él.